¡Feliz media vida menstruante!
- menstruarnos
- 6 ago 2021
- 4 Min. de lectura
Puede que si hubiese menstruado por primera vez "cualquier otro" día no recordase la fecha exacta, pero no es el caso.
Era verano. Agosto. Para ser más exactas, era un 11 de agosto. Era, además, ese verano transitorio entre primaria y secundaria. Dejaba atrás una escuela donde el último año mi clase había sido la de los mayores, para entrar a un instituto donde pasaríamos a ser los pequeños. Imagínate: codearte con jóvenes de hasta 18 años, cuando a ti recién te están dejando salir hasta más tarde. En fin. Ese verano.
Sabía que podía llegar. Algo nos habían comentado en clase. Algo, no mucho. Más bien poco. No sabía cuándo, pero sabía porque, además, una chica de clase meses antes había compartido con el resto de chicas de clase que le había venido "la regla". En teoría era la primera en tenerla y por eso nos reunió a todas en uno de los baños de la escuela para contárnoslo. Digo en teoría porque no estoy muy segura si en realidad fue la primera o, simplemente, fue la primera en compartirlo. Bueno, fuese como fuese, aquella fue la primera vez que pensé que a mi también me iba a tocar.
Volviendo a la historia.
Era 11 de agosto y como de costumbre salimos a comer mi aita (padre), ama, mi hermano y yo con motivo del cumpleaños de mi madre. De vuelta a casa yo sentía la tripa hinchada y en movimiento, pero pensé que sería la comilona. Fui al baño y al limpiarme con el papel supe que no, que ni comilona ni comilono. El papel estaba rojizo.
Recuerdo no impactarme demasiado. Estaba rojo sí, pero ¿y qué?
Al salir se lo comenté a mi madre y recuerdo su sonrisa y su abrazo. Yo seguía sin entender muy bien cómo interpretar la situación (ni su reacción ni tampoco el papel rojo). Me acompañó al baño y me ensenó donde había compresas que podía utilizar si necesitaba: "aquí las tienes de diferentes tamaños".
"Ya eres una mujerica, ¿te duele?"
PUM. PUM. ¿Mujerica? ¿Qué significaba eso? ¿Qué significaba esa sangre para hacerme mujer? Sí, sabía que podía "quedarme embarazada", pero ¿era eso ser mujer? ¿O acaso era el dolor por el que me preguntó?
No, no me dolía, pero fueron muchas preguntas y pocas respuestas las que me pidieron tirarme en la cama a ver una película (para mi suerte estaban echando Madagascar en la televisión).
Mi padre tocó la puerta y entró con una sonrisa que me costó descifrar. Bueno, en realidad creo que sigo sin saber cómo tenía que leerla. Se sentó a mi lado y me abrazó. "¿Qué tal estás? ¿te sientes bien?", "ahora ya sabes que tienes que tener cuidado". Era la primera vez que me "hablaba de sexo" (por decirlo de alguna manera). Total, que estaba alertándome de algo con una sonrisa; así que el mensaje seguía siendo confuso.
¿Por qué tenía que alegrarme? (no sé, era lo que sus sonrisas me transmitían) ¿Era por el cuidado que tenía que tener? ¿por el dolor que aparentemente tenía que sentir? ¿por poder quedarme embarazada? ¿por ser ya mujer?
Terminé de ver la película y sinceramente no le dí muchas más vueltas al asunto.
A los dos días volví a mi ciudad y quedé con las de clase para ir a la (en ese momento) TEMIDA piscina. ¿Cómo iba a bañarme con una compresa? Nanai. ¿Tampones? No, no. No estaba preparada (de hecho en mi vida menstruante los he usado una sola vez). Por lo que, lo tenía claro: yo me quedaría en la toalla.
Curiosas, las chicas de clase quisieron saber la razón que tenía para no bañarme y al contarlo una de ellas me dijo que era mentira. Que no me había venido la regla, que si no me quería bañar me inventase otra excusa. Pase olímpicamente, pero esa provocación podría haber terminado siendo no solo suya, sino de todas/os los que vinieron a la piscina ese día (imagínate).
En fin, no recuerdo mucho si te digo la verdad.
Bueno sí.
Sé que no volví a ver esa mancha roja hasta bieeeeen pasados más de 28 días. Una y otra vez pasaban bastantes más días que "los 28" y eso me hacia pensar que algo no iba bien. Y crecí pensando eso hasta bien entrados los 20. La lección leía los cuerpos como relojes o máquinas programadas, por lo que todo lo que se saliese de ese "28" estaba mal.
Otro de los mitos que acompañó mi adolescencia fue el del dolor.
Aunque las primeras menstruaciones no fueron dolorosas, entre mis 14 y 20 años, más o menos, el primer día de "regla" siempre tenía que acompañarlo de un ibuprofeno (no podía, o no sabía, aguantar/manejar el dolor). ¡Pero, eh, era una suertuda! Imagínate, a una de mi cuadrilla le daban nauseas y vomitaba los días de sangrado, y a mí no. Así que... entre lo malo, no me había tocado lo peor.
(Y sí, ninguna de nosotras puso en entredicho los vómitos y nauseas, nos parecía normal, "es lo que nos toca").
Solo puedo decir que bendito el momento en el que indagué, me interesé, puse en duda, escuché, leí, llegué a mujeres y menstruantes maravillosas que me enseñaron y divulgaron, analicé y me permití sentir(me) para poder deconstruir todo lo "aprendido" (y lo pongo entre comillas porque lo aprendido fue construido con lo vivido y con lo escuchado a lo lejos).
¡Feliz media vida menstruante!
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